DEJAR DE SER SÚBDITOS PARA SER CIUDADANOS.


DEJAR DE SER SÚBDITOS PARA SER CIUDADANOS.
Llevo tiempo, como otras personas, enredado en las
disquisiciones sobre el papel que desempeña, o debe desempeñar, la ciudadanía, su grado de compromiso y su
involucración en la vida política, social y económica. En un excelente artículo que un amigo mío publicó hace unos días se distinguía,
con acierto, entre la condición de súbdito y la de ciudadano.
Las actividades e involucración en la vida política, social y económica de la
Nación son distintas en una u otra condición. El traer a colación ambas condiciones me ha servido para hacer unas reflexiones y compartirlas en este escrito.
Se dice que todos los principios de año realizamos una
pequeña lista de propósitos y objetivos; muchos no los cumplimos debido a su
tipismo y porque lo repetimos cada año. Voy a proponer uno que dada su relevancia
e importancia seguro que lo vamos a cumplir, es este:
-
Dejar de ser súbditos para ser ciudadanos.
Para ello hay un primer paso que resulta necesario; no
sentir reparo en estar hasta los mismísimos… y cabrearnos enormemente. ¿De qué y
por qué? Por ejemplo de que nos mientan ciertos políticos, de que demos por asumido
que la mentira es una parte cotidiana de la vida pública. O de que traten
nuestro dinero con una absoluta falta de respeto y desprecio por el trabajo que
hay que realizar para ganarlo. Por supuesto que por entregar la Patria a sus
enemigos y a delincuentes como si fuera suya. También por la falta de respeto a
nuestros derechos, libertades, a la separación de poderes (a la que tenemos todo el derecho) y a la
democracia que queremos.
Bien, son esas unas cuestiones que habitan en lo alto de las
aspiraciones subjetivas, son cuestiones un tanto abstractas, pero nada impide
bajar a lo concreto a las agresiones que de facto sufrimos en nuestro día a
día. Llevo tiempo pensando en el problema que han tenido que pasar todos
aquellos que hayan querido ir a Madrid con sus hijos para celebrar las
Navidades en compañía de sus padres que allí viven. O en aquellos padres que
viviendo fuera de Madrid hayan decidido pasar esos entrañables días junto a
sus hijos y nietos si estos en el caso de que estos tengan en la capital su domicilio. No les dejan
entrar. No les permiten aparcar su coche junto a la vivienda que va a ser su
casa en esas fechas, descargar maletas, regalos, niños, abrigos; no.
Es inútil que hayan pagado el impuesto de matriculación, el
de circulación; no te dejan circular. Tampoco sirve que hayan abonado la
factura de la ITV en la que se declara
que la emisión de gases de tu coche está dentro de los parámetros legales. Por
cierto, algo obligatorio por lo que algunos tienen un buen negocio con una concesión,
por el que el común de los mortales
tenemos que pasar anualmente. Por mucho que tu vehículo no tenga problema de
gases y esté habilitado para circular, hay alguien que te lo va a impedir con
una excusa tan poco demostrada como ridícula. Que no se escuden tampoco en Europa ya que es Bruselas quien marca los límites de los gases que examinan en las ITV. Los súbditos piensan que el fin
justifica los medios. Los ciudadanos debemos reclamar que no, que el fin no
justifica los medios, y sobre todo podemos, debemos, cuestionarnos también la
veracidad y razonabilidad del fin.
Me han dicho, si bien yo no he podido encontrarlo en
internet, que si los residentes comunican la visita “te dan permiso para
acceder” ¿Perdona? ¿Permiso? ¿Quién nos da permiso? Pues me parece peor. Porque
si aceptamos que alguien, no sabemos quién, nos puede dar o no nos dar permiso
para ir a la capital del Reino estaremos aceptando nuestra condición de
súbditos. Y se supone además que tendremos que pagar a un nutrido grupo de
burócratas para que realicen una actividad tan "fundamental" como darnos o no darnos
permiso, controlar matrículas, días de estancia… Vamos algo tan prohibitivo, que
debiera estar prohibido.
En fin, resulta que el “chiquinín” que los madrileños tienen
por alcalde se ha gastado una pasta para colocar 500 cámaras con las que poder
sancionar mejor a todo aquel que vulnere los caprichos impuestos por él desde
el pasado 1 del corriente y que suponen, de hecho, hacer una ciudad solo para una parte de los ciudadanos; los que tienen dinero, convirtiendo a las clases medias y a los menos favorecidos en súbditos y paganos de su decisión.
Ahora bien si los gobernantes pueden actuar bajo la máxima
de que el fin justifica los medios, sospecho que los ciudadanos, que no los
súbditos, también podremos actuar así ¿No? De modo que si para recuperar un
derecho como es el de libre circulación, los ciudadanos avanzamos con nuestros
vehículos hasta el mismo límite en el
que se inicia la prohibición y allí paramos, no aparcamos, nos paramos, de modo
que se acumulasen coches en todas las entradas a la ciudad, eso estaría más
que justificado. ¿Verdad? Es cierto que la acumulación de coches parados
bloquearía la ciudad y la convertiría en un monumental atasco, pero hay que
defender los derechos de los ciudadanos menos favorecidos que no tenemos
vehículos nuevos y caros. Ahí dejo la idea.
José A. García-Albi
Si quieres pasar de súbdito a
ciudadano, comparte.
Madrid
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