EL TRACTOR

 

EL TRACTOR

La reacción del sector primario, agricultores y ganaderos, visualizada en la movilización de los tractores por las ciudades tiene una dimensión que va mucho más allá de una mera reivindicación sectorial. Es algo que debe ser analizado en función de sus diversos ámbitos y de diferentes grados de alcance. Por ejemplo el ámbito geográfico, el ámbito social al que afecta, el impacto en los derechos y libertades del ciudadano y en las posibles y deseables consecuencias.

La crisis supera lo estrictamente nacional y se extiende por toda Europa. El sufrimiento del sector primario ha hecho que los tractores colapsen ciudades a lo largo de toda la Unión Europea ya que el principal generador de los fuertes desequilibrios que sufre proviene de la política agraria común. Algo que es la espina dorsal de la Unión. Ignoro si “los seres superiores” que dictan leyes y normas desde Bruselas son conscientes de que la gravedad y  los riesgos que suponen llevar algo tan intrínsecamente europeo al fracaso, implica llevar al mismo sitio a toda la UE ya que hablamos de su médula espinal. Tal vez no sean conscientes, pero lo que sí son es unos irresponsables.

Pero esto no se limita a la Unión Europea; dado que la causa de todo ello se genera en la siniestra Agenda 2030 sus perniciosos efectos llegan a muchos otros países. En los desarrollados tendremos escasez y encarecimiento, en los menos favorecidos veremos hambrunas. Todo ello reflejo de la ausencia de probidad que en la actualidad caracteriza a la ONU.

Centrándonos en nuestro país vemos que el sector primario, como en otros países de Europa, ha sido uno de los primeros en sufrir la hiperregulación 2030, el intervencionismo en los mercados, el impacto de los costes de las fuentes de energía, así como el de las cargas sociales. O sea la desaparición del objeto del negocio en un sector de gran dimensión e importancia nacional.

Al aumentar la agitación en nuestras carreteras y el nivel del fango, que va alcanzando a los gobernantes, además de sandeces como agrofachas, he escuchado a algún tirano saurio de nuestro socialismo patrio que, tras años de atacarlo, van a estudiar ahora medidas de apoyo al campo que ha sufrido los efectos de “la sequía y de la guerra”. ¡Que desfachatez más intolerable! Veamos, por un lado la sequía afecta de forma localizada a Cataluña; fundamentalmente porque sus administraciones se molestaron en cargarse el Plan Hidrológico Nacional, pero no se han molestado en hacer infraestructuras que puedan paliar eventuales situaciones como la actual. En otras zonas estamos de todo menos secos. Ni con una imaginación calenturienta se puede atisbar la relación causa efecto con Ucrania y la guerra. ¿Qué tiene que ver la desdicha de Ucrania con los fitosanitarios? Los agricultores y ganaderos de Europa identifican muy bien a sus respectivos gobiernos y a Europa como los responsables de este drama.

Y respecto a esas inefables “medidas de apoyo” hay que dejar claro que las más importantes, eficientes y necesarias son la construcción (y no la destrucción) de las infraestructuras hídricas que permitan al campo digerir años en los que, como ocurre a veces, las precipitaciones son escasas. Así mismo, sería de importante ayuda contar con un modelo energético eficaz y que no procediese a encarecer los combustibles y la energía eléctrica de tan intensivo uso en el sector.

Desde el punto de vista del impacto social hay que señalar que estas crisis no se limitan al sector protagonista; son transversales dañando a toda la sociedad. En este caso nos afectan a todos en dos planos.

Por un lado, todos vamos a sufrir, estamos sufriendo, el encarecimiento de nuestros productos básicos de alimentación. Incluso la escalada de precios que producen las irresponsables políticas nacionales y europeas hace que las consecuencias sean muy perniciosas en los sectores más débiles y vulnerables de nuestras sociedades. La escasez se podrá intentar, solo intentar, atajar con importaciones, pero no la subida de precios a la que habrá que sumar el costo de mantener a los empresarios y trabajadores del sector primario que se ven expulsados del mismo. Sinceramente este drama no era necesario.

El otro plano es el que afecta a los derechos y libertades de los ciudadanos. Porque como consecuencia de la locura normativa intervencionista nacional y europea se crea una situación en la que, de hecho, se cercenan diversos derechos importantes. El derecho a la libre empresa y a su desarrollo en un mercado libre. El de los propietarios y arrendadores de unidades de producción agropecuarias a la explotación de las mismas dentro de un marco de plena seguridad jurídica. El derecho de los consumidores, pagadores de impuestos, al acceso a los productos de diversa índole y en especial los alimentarios sin limitaciones arbitrarias y caprichosas, en mercados libres y competitivos propios de una economía de mercado. Y, por citar uno más, el del género humano a seguir libremente investigando y trabajando por un desarrollo tecnológico cada vez más efectivo y de calidad y menos contaminante como hemos venido haciendo históricamente.

Y llegados a este punto tenemos que hacer otra reflexión para saber cómo hemos llegado hasta aquí. ¿Tienen esos organismos nacionales y supranacionales legitimidad y capacidad moral para imponernos todos esos perjuicios? ¿Pueden, en derecho, legislar en contra de los ciudadanos, sus libertades y su libre economía? ¿Con que moralidad se arrogan el derecho a perjudicar a la sociedad atacando derechos individuales? ¿Es lícito atacar hasta acabar con los márgenes empresariales de unos sectores económicos en perjuicio de la sociedad? Se nos dirá que las distintas actividades hay que regularlas. Aunque yo no creo que haya que hacerlo con todas, puede ser, pero no hay que eliminarlas. Y no creo que exista principio político alguno que permita promulgar normas cuyas consecuencias van contra los diversos tratados europeos y contra las constituciones nacionales. Mucho me temo que contestando a las preguntas anteriores lleguemos a concluir que también han vulnerado el derecho que tenemos los ciudadanos de la Unión a una vida política, social y de derecho.

Dada la importancia de los problemas que tenemos me gustaría que la marcha de esas potentes máquinas agrarias, que lícita y lógicamente han salido a las carreteras, no parase y fuese sólo  una primera llama a la que unirnos los demás, legal y democráticamente, con coches, motos y bicis para garantizar el futuro de nuestras sociedades democráticas y de saludable nivel de vida, tal como era el deseo de los ciudadanos europeos hace unos años con independencia de los burócratas.

 

José Antonio García-Albi

Si crees que nos jugamos mucho, comparte.




 

 


Comentarios

Entradas populares