NUESTRA PANDEMIA

                                                                                     
                                                                                   

NUESTRA PANDEMIA                                                                                 
                                                                                     

Los nacionalismos provocan irremediablemente en las sociedades en las que se instalan unos desequilibrios morales tremendos. Digamos que tienden a destruir los esquemas mentales, morales y de valores que se suponen  propios de una sociedad culta y civilizada. Ya lo vimos en la Alemania de los años 30 con el nacionalsocialismo y aquí tenemos nuestros propios ejemplos en Cataluña y Vascongadas.  Creo que merece la pena analizar las últimas elecciones celebradas en ambos territorios, pero no a la manera habitual de desgranar poco a poco los escaños conseguidos por cada contendiente; sino de ver lo que de la sociedad reflejan los resultados.

Las más recientes han sido las catalanas. Lo primero que hay que decir es que la existencia de nacionalismos, por excluyentes, véase el pacto del Tinell, condiciona mucho la oferta  que los partidos políticos presentan a la sociedad. Y como acaban relativizando toda la acción política nos encontramos con organizaciones de escaso valor intelectual como representantes de una sociedad que acaba enfermando víctima del nacionalismo.

Analicemos a las tres primeras formaciones por respaldo popular en Cataluña. El primero es el partido representado por alguien que ha llevado a cabo una más que dudosa gestión de la pandemia, el jefe del inexistente Comité de Expertos,  salpicado por dudosos contratos de suministros Koldistas que rezuman corrupción; el señor Mascar Illa. Pero no solo la sociedad ha apoyado a alguien cuya probidad está en duda, es que con ese apoyo se respalda también el proyecto del “señor de su señora” y “hermano de su hermano”, para seguir impunemente en la Moncloa amenazando a medios de comunicación. ¿Qué decir de las otras dos formaciones? Con sus líderes procesados, condenados o con orden de captura y con causas abiertas por terrorismo. El 63,25% de la población catalana ha dirigido su voto a opciones a las que se las podría reprobar duramente.

Pero es que además la sociedad se hace trampas en el solitario porque  le molesta que se vean en público hechos propios que puedan quedar feos y entonces dicen aquello de, “al menos ha ganado el constitucionalismo”. ¿Perdona? Un partido socialista que retuerce la Constitución, manipula el código penal para que los nacionalistas consigan sus objetivos, indulta y amnistía a los golpistas, pacta y gobierna con ellos, habla de referéndum y convierte el Tribunal Constitucional en un mercado persa, que planea reconocer a Cataluña como nación… ¿Es constitucionalista? ¿De verdad se lo creen? Pero si con estos socialistas a los nacionalistas no les hacen falta sus propios partidos. Han votado al PSC para que gobierne el delincuente fugado.

Y hablemos también de las elecciones celebradas recientemente en mi tierra, en Vascongadas. Allí se ha instalado un slogan que dice “ETA no existe” y tan tranquilos.  Pues para no existir yo les veo constantemente en la prensa. A ver, si el Athletic es el club en el que juegan los athléticos, la ETA será la organización en la que se encuentran y/o lideran los etarras, aunque mude su nombre. ¿No? Pues a esa organización en la que se encuentran los etarras la sociedad vascongada la ha aupado hasta el segundo lugar en las elecciones.  Y al partido ¿constitucionalista? que pacta y gobierna con ella, el socialista, le han dado un buen empujón en votos y escaños.  Es un partido calcetín al que se le da la vuelta según los días; puede ser nacionalista los días pares y constitucionalista los impares, pero un calcetín que de tanto usarlo ya huele. El manido slogan vascongado y socialista “ETA no existe” parece dejar entrever una muy cruel segunda parte “…y las víctimas tampoco” Lamentable.

Y es que como vengo diciendo el nacionalismo y su relativismo procede a inocular un virus en las sociedades en las que se instala y estas enferman. Sociedades, como las nuestras, que son capaces de poner el grito en el cielo, y con razón, ante el nombramiento de un concejal con turbios temas de urbanismo pendientes y mirar para otro lado cuando se trata de terroristas, asesinos o de organizaciones políticas en la que se encuentran los responsables de algunos de los 379 asesinatos etarras pendientes de esclarecer o de socialistas corruptos. Es más cómodo no luchar e ir a tomar unos pinchos.

Los efectos de los nacionalismos afectan a todos; también se dejan ver en el resto de España. Ante estas dos importantes citas electorales autonómicas he visto un relevante desapego en el resto de la Nación. El cansancio hace mella y se ven los comicios como algo lejano, ajeno, algo de lo que es mejor no enterarse mucho a pesar de que algunas partes de España queden bajo gobiernos regionales no recomendables. Es como si el tedio y la comodidad nos liberasen de la obligación moral de pelear contra la segregación idiomática que sufre algunos españoles. Contra la injusticia que supone que algunos compatriotas vean limitado el derecho y la libertad de educación para sus hijos. O, entre otras muchas cuestiones, contra el despilfarro y la insolidaridad económica que se realiza con el dinero que tanto nos cuesta ganar a los ciudadanos españoles.

Lamentablemente y ante esta enfermedad, ante esta pandemia, no podemos esperar que  ningún partido político nos lleve al médico. Hemos de tomar conciencia y acudir pronto a Urgencias por nosotros mismos. La sociedad que integra una Nación culta y civilizada ha de tener un buen grado de autoestima, en caso contrario se destruye. Y así no se puede.

José Antonio García-Albi

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La ciudadanía que se lo quiere hacer mirar


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