FARSA Y COMEDIA DE LA ALCALDESA CASTIZA
Me sirvo de la obra de teatro del gran Valle Inclán llamada Farsa y Licencia de la Reina Castiza para componer el título
de este cuento rural. Todo acontece en un imaginario y pequeño pueblo castellano que antes se
llamaba Fuente de Santa Luisa. Y digo que se llamaba porque ocurrió que de no
cuidar y mantener las condiciones de su fuente esta se obstruyo, se selló el
manantial y, claro, la fuente se secó. Entonces para adecuar más su situación a
la toponimia el pueblo mudó su nombre al de Fuente Seca.
A pesar de la planicie castellana es Fuente Seca un pueblo
en permanente cuesta que se divide en dos barrios. El barrio alto que es rico,
adecentado y cuidado. Y el barrio bajo que es pobre descuidado, con aceras
rotas en las que brotan malas hierbas y junto a las cuales se acumula la hojarasca
que sólo desaparece como efecto del correr del agua de una tormenta.
Tiene la villa una regidora que atiende por Doña Arrogancia
Perpetua y que nunca se acerca al barrio bajo, no le gustan los pobres. ¡Qué se le va a hacer! De joven,
Arrogancita era muy aficionada a la película de Alicia en el País de las
Maravillas; la vio un montón de veces. No así el libro del mismo nombre de
Lewis Carroll que no lo leyó porque le daba mucho trabajo. Ella tenía un
personaje favorito que era aquella reina disparatada que cuando estaba
contrariada recorría el palacio a pasitos rápidos diciendo “que le corten la
cabeza” “que le corten la cabeza”
Por eso cuando alguno de los ayudantes de la alcaldesa le
indicaban que debía pasar por el barrio bajo para ver su estado y sus
condiciones ya que también es parte del pueblo, esta respondía furibunda, que
le corten la cabeza. Y se quedaba en sus alturas.
Tenía Doña Arrogancia Perpetua una manía muy extraña. No le
gustaban los cuartos de baño cerrados; por lo que el suyo y los de la casa
consistorial no tenían puertas, siempre estaban abiertos. Los vecinos cuando
tenían que acudir al ayuntamiento ya salían apañados de su casa. Pero había
algunas personas de su residencia que le pedían reiteradamente que cerrase los
que allí había. Argumentaban que ver el interior de los mismos ya vacíos o ya
en uso eran unas vistas muy feas y desagradables. Si además la regidora lo
estaba utilizando después de su desayuno, todo el espectáculo era inaguantable.
Ella recorría nerviosa la estancia y decía que le corten la cabeza, que le
corten la cabeza.
Otra ocurrencia de tan singular principal munícipe era que
cuando se realizaban acciones de abono de tierras cercanas, de dudosa
legalidad, ella ordenaba poner en el barrio rico unos grandes y potentes
ventiladores. La idea era que al impulsar el viento este se llevase el pestazo
de las mierdas al barrio pobre alejando de ella aquel hedor. Ocurre que al ser
la zona baja más calurosas que la rica el aire tiende a subir y los malos
olores circulaban por las alturas sin molestar a los inocentes vecinos. Claro
que como Doña Arrogancia Perpetua nunca descendía ignoraba que no conseguía sus
objetivos. Nunca nadie le informo de esos efectos de la física no fuera a ser
que le costara el tarro.
Tanto le había gustado la peli de Alicia en el País de las
Maravillas a Arrogancita que ahora, en la madurez de su cargo, se autopercibe
como la reina de un pequeño y maravilloso país en el que poder reinar y disponer de todo a su
voluntad. Afortunadamente nadie le hacía caso cuando en sus habituales estados de
contrariedad sacaba a pasear su afición a las decapitaciones con su frase más
habitual: que le corten la cabeza. Si le hubieran hecho caso las cabezas
habrían rodado por las calles en cuesta hasta invadir el barrio bajo. Entonces
además de dejarlo todo perdido, se hubiera tenido que modificar, de nuevo, el
nombre de la localidad para asumir el de FUENTE DE CABEZAS.
Continuará
José Antonio García-Albi
Tal vez lo presente a un concurso de cuentos.
¡Qué le corten la cabeza!
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