“EL SOL DE MEMBRILLO”

 



     “EL SOL DE MEMBRILLO”

 

"Antes de entrar en Olmedo, el panorama de escarcha y árboles agarrotados dio paso a un sol de membrillo." Las Perdices del domingo. Miguel Delibes, 1981.


Los cuatro grados bajo cero de la amanecida invitan a tomarse la mañana dominical con cierta calma. No es cosa de desperdiciar el lujo de semejante situación; hay que acompasar la actividad con el ritmo lento y pausado de la subida del termómetro. Como sospechaba al despertar, luce el sol.

Por fin ha llegado el momento propicio, hay tres grados sobre cero, el sol está contento y el viento en calma. Placer inigualable de las mañanas de invierno en los “Campos de Castilla”. Me dispongo a salir a pasear, pero es preciso hacerlo como un elemento más del campo, interpretado como él. Chaquetón de cuadros pardos, como manta de pastor, de merina cruda y de eficacia comprobada durante más de setenta años; por algo se hizo a mano en un telar del pueblo segoviano de Bernardos. Boina negra con la que cubrir la incipiente calva, bufanda, abrigados guantes y cayado en la mano siniestra; que tal es mi tendencia manual mas no mental. Despejado el rostro para sentir el fresco matinal.

Para disfrutar de verdad de estas mañanas conviene seleccionar bien el paraje en el que caminar y como buen conocedor de la comarca elijo las lindes de pinar que corren frente a otro y que su orientación hace que no vaya a ser un deambular sombrío sino un paseo bajo un placentero “sol de membrillo” que diría Miguel Delibes.

En la umbría de los pinos se mantiene aún el hielo que cruje al pisar mientras que en el machadiano y soleado camino, las botas se asientan sobre la suave y mullida arena de pinar. Han olivado algunos albares y de trecho en trecho se ven sus ramas amontonadas. Los rabilargos juegan a ir de pino en pino y la torcaz sale perezosa ante mi incómoda presencia. Al cabo descubro con gran alegría una tejonera. Es nueva, se percibe que lleva hecha muy poco tiempo y  las huellas que se muestran en su acceso manifiestan que en su propietario duerme en su interior, sin duda tras una fría e intensa noche en búsqueda de alimento. Hay abundancia de conejos, el tejón ha elegido la zona con clara sabiduría.

Trayecto de ida con el sol en la espalada, con él en el fresco rostro el de vuelta. Y recuerdo, de nuevo, la expresión de Delibes “un sol de membrillo” que pudimos comentar divertidos, no hace mucho, su hijo Germán y yo mismo. La belleza del entorno y de la hora, y esa especial sensación del paseo invernal, me anima a no volver a casa todavía. De modo que al tiempo que un águila calzada saluda con un chillido característico desde el pinar de enfrente, decido hacer un pequeño homenaje a Lope de Vega tomando un vaso de vino tinto en Olmedo. Por el camino, en el pinar, paro el coche para saludar a dos peregrinos que andan en demanda de Santiago; son extranjeros.

En el interior de la taberna se siente calor y se escuchan animadas charlas familiares y de amigos propias del día de descanso semanal. Se agradece el segundo vaso de tinto de la Ribera que me sirve un joven simpático y que no conocía; debe ser nuevo. Y ha sido en ese momento cuando he tomado una acertada decisión dominical; ahora en casa y en recuerdo de madre, haré unas patatas con bechamel.

Al llegar para cocinar, también comenzaron a hacerlo algunas nubes. Esta tarde no veremos “un sol de membrillo”

 

José Antonio García-Albi

 

 

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