LA DURA DICTADURA
LA DURA DICTADURA
Dentro del vicio de andar todo el rato con prohibiciones, de
un tiempo a esta parte se ha puesto de moda ir prohibiendo el acceso a las
ciudades dependiendo de que tipo de vehículo tengan los ciudadanos. En algunas
ciudades como Madrid, no es que no te permitan entrar, no; es que no te dejan
ni acercarte.
Es evidente que esas prácticas suponen un grave atentado
contra la libertad de movimiento y circulación de los españoles recogido en el
artículo 19 de nuestra pobre constitución. Y digo pobre, porque debe ser la
norma constituyente que más atentados e incumplimientos sufre de todo el mundo.
Pero a lo que íbamos, esas prohibiciones suponen una
seria mutilación de un derecho individual fundamental e inalienable. Nadie está
legitimado para limitarlo, salvo en estado de guerra, emergencia, etc. No es el
caso. Y no me vengan con la excusa del medio de transporte alternativo. Yo tengo derecho a
ir a Madrid o a Bilbao en mi coche, en un coche prestado, en furgoneta, en
moto, en bici e incluso en un carro tirado por un burrito. ¡Faltaría más!
Esta moda, ya que no es otra cosa, está amparada por
personas como la psicópata ex ministra y ahora comisaria europea Teresa Ribera.
Una peligrosa dogmática que en su demencia
debe pensar que es una especie de super heroína, una altísima diosa que está
llamada a salvar al mundo a base de jorobar, fastidiar y perjudicar a los
ciudadanos del mismo. Y contra su divino
mandato, no cabe invocar derecho fundamental alguno.
Como ciudadanos libres nos convendría hacer alguna reflexión
un poco cuidadosa para darnos cuenta de donde estamos y de nuestra situación.
Veamos, cuando los poderes públicos limitan, cortan o cercenan derechos
individuales es posible que lo hagan esgrimiendo, como excusa o explicación,
una ideología política. Con base en ciertos presupuestos filosóficos se
justifica la opresión; en ese caso estamos ante una dictadura. Eso ocurrió con
el nacional –socialismo que partía de las ideas del filósofo alemán Carl Schmitt.
Y con el socialismo comunista fundamentado en las teorías de Karl Marx. Uno de
los muchos puntos de conexión de ambas dictaduras, además de su origen, es su
objetivo de atacar a los estados liberales y democráticos.
Pero cuando los ataques a los derechos individuales se
fundamentan en una suerte de estrategia de propaganda, en hechos no
contrastados, cuando no falsos de toda falsedad, en fantásticas quimeras inexplicables,
artificiales y no razonadas, entonces estamos ante la estrategia socialista del
populismo. Ante una opresión populista. Vamos que parece que no en vano el
creador del populismo como estrategia socialista, el profesor Laclau, conoció
trabajó y estuvo influenciado por el
antes mencionado Carl Schmitt ideólogo del nacional-socialismo.
Ambas, las dictaduras basadas en ideología y las populistas
sean nacional –socialistas o tan solo socialistas, son rechazables, injustas y
perjudiciales para los hombres. En este caso la dimensión de la represión es
tan brutal que solo en Madrid a partir del 1 de enero se van a ver afectados
más de un millón de coches y ciudadanos. No es asumible.
Pero la prueba de que todo esto se basa en una trola enorme,
la aportan los mismos burócratas riberistas y ursulinos que nos prohíben todo.
Todos sabemos que las plantas, los árboles, realizan la labor más importante
para el planeta; la eliminación de carbono de la atmosfera y su devolución a la
misma en forma de oxígeno. Vamos que el mundo vegetal es esencial para mantener
el equilibrio atmosférico. Luego lo que perjudica a la atmosfera no es que yo
vaya en coche a Madrid, con todo mi derecho, lo perjudicial es arrancar miles
de olivos en Jaén y destrozar los campos de Castilla, generando zonas francas a
la erosión y expulsando especies protegidas como las avutardas, para poner
miles y miles de putadas solares. O talar árboles para destrozar el entorno con castrantes molinillos mata
aves. Hay que decir que de esta sinrazón e incongruencia participan tanto el
social populismo como el popular populismo. Y es que decir que trabajas por el
bien del planeta y prohibir entrar en ciudades, arrancar árboles y destrozar
campos, es como decir que quieres estudiar y matricularte en “Transformación
Social Competitiva”
¿Qué soy negacionista? Desde luego; me niego a la limitación
de derecho a libre circulación. Me niego a participar de este lamentable circo
mediático. Me niego a colaborar con la dictadura populista. Me niego a
permanecer callado ante la tala masiva de árboles y el destrozo de los campos.
Llegados a este punto hay que decir que ellos, social populistas y popular
populistas también son negacionistas. Nos niegan el derecho al paisaje y a no
tener contaminación visual. Nos niegan le derecho a la naturaleza animal y
vegetal. Nos niegan el derecho a la libre circulación. Y nos niegan la
satisfacción de ver nuestros recursos económicos correctamente aplicados, entre muchas otras negaciones.
¿Qué hacer ante estos abusos? Les diré lo que voy a hacer yo. Los primero
protestar y rebelarme por escrito y tenerlo en cuenta a la hora de votar. Lo
segundo colaborar con asociaciones que llevan adelante la protesta contra las
putadas solares y eólicas. Además no voy a pisar ninguna de las ciudades en las
que no me dejen entrar. Soy consciente de que los 150 Km que separan mi casa de
Madrid los puedo recorrer en autocar. De hecho, antes de la prohibición lo
hacía. Ahora es una cuestión de dignidad y coherencia personal. No será mucho,
más bien poco, pero ese poco de mi dinero que pudiera gastarme en esas ciudades
no lo van a obtener. Me lo gastaré en aquellos sitios en los que sea
bienvenido. No en aquellos en los que no quieren que aparezca.
Muchas veces nos quejamos de que la ciudadanía española está
adormilada, no responde ante todo lo que acontece y mira para otro lado con una
cerveza en la mano. Pues bien ese despertar, ese actuar y comportarse como una
verdadera ciudadanía comienza por uno mismo. Y garbanzo a garbanzo se hace el
cocido.
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José Antonio
García-Albi
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