“PISOS CON SEÑORITAS” Y EL ELOGIO DE LA PUTA
“PISOS CON SEÑORITAS” Y EL ELOGIO DE LA PUTA
Siempre o casi siempre la mal llamada “corrección política o
periodística” no es otra cosa que la
manera más fácil de hacer o caer en el ridículo. Han corrido ríos de textos
digitales, de tinta y de ondas hertzianas sobre unos pisos de alquiler en los
que algunos canarios y otros pájaros, todos políticos o empresarios afines,
tenían encuentros con ¿señoritas? ¿Qué significa señoritas? He consultado en el
diccionario de la RAE y ninguna de las acepciones existentes coincide con la
actividad profesional a la que parece que se quieren referir las noticias sobre
lo ocurrido en los mencionados pisos.
Además si llamamos señoritas a las que desempeñan la
prostitución, ¿Cuál es la palabra para llamar a las que dan clases en las
escuelas y colegios? La “seño” de toda la vida. Imaginemos a un alumno
despistado en un aula cualquiera de España, incluso de la Complutense, levantar
la mano y decir
-
Perdón, señorita Begoña.
O despedirse de la amable persona que nos ha atendido en la
ventanilla del banco diciendo
-
Muchas gracias, señorita.
Vamos que esta se levanta y sale de la ventanilla directa
para una justificada agresión
Las diputadas y senadoras solteras se libran de la
confusión al llamarlas señoría; así no corren ningún peligro.
Podrán decir que se trata de un eufemismo. Pero eso podría ser si se estuviésemos ante una expresión individual, pero si es generaliza estamos ante una ridiculez y ante un no fortuito intento de imponer una limitación a la libertad de expresión dictada desde algunas posiciones políticas que quieren imponer lo que sea, pero imponer.
Imponiendo e imponiendo llegan al ridículo y la
desacreditación con la confusión. ¿Cómo llamaremos al putero de toda la vida.
¿Señoritero? Tenemos un idioma muy rico
incluso para dar nombre a las respetables mujeres que practican el oficio más
antiguo del mundo; porque sí, son respetables se les llame como se les llame.
Estoy seguro de que nuestro académico, escritor y Premio Nobel de literatura, Camilo José Cela hubiera puesto el grito en el cielo al enfrentarse a la cursilería de “señoritas”. Vocablo no contemplado en su Diccionario Secreto. El autor al que un soneto anónimo de 1557 le sugirió escribir otro libro sobre estas actividades.
De cuantas
coimas tuve toledanas,
de Valencia, Sevilla y otras tierras
Izas, rabizas
y colipoterras
Hurgamanderas
y putaraçanas
De quantas siestas, noches y mañanas.
Algunas palabras para referirse a las prostitutas tienen un
magnífico origen histórico. Por ejemplo en el Madrid de Felipe III y Felipe IV
que se desarrollaba como la capital del Reino más importante del mundo fueron
proliferando cantinas y tabernas. En unas se comerciaba con vino y queso. En
otras, además, se hacía con la carne femenina. Para distinguir unas de otras
estas últimas, las de la carne, comenzaron a colocar en sus puertas ramos de
distintos arbustos; de ahí que la culturilla popular extrajera la conclusión de que donde ponían ramas había
rameras; lógico.
Por supuesto que NO me estoy refiriendo a esas pobres chicas
sometidas a una suerte de esclavitud por mafias y bandas, muchas de ellas
relacionadas con la inmigración ilegal que los “progres” se empeñan en
favorecer; ellas son VÍCTIMAS con todas las letras y en mayúsculas. Me refiero
a las que libremente se inclinan por esa actividad. Aquellas que, al
menos antes, a veces recibían ese tono de cariño que Vizcaíno Casas llamaba
“Niñas, al salón”
Se añoran aquellos tiempos de libertad, cuando no estábamos sometidos al yugo del dogmatismo patológico. Cuando un conocido y entrañable actor español en una gala de los Premios Goya arrancó las carcajadas y el aplauso del público al decir que se sentía muy afortunado en su vida, incluido en el amor ya que había estado y disfrutado con cientos de mujeres. Y añadió
- Eso sí, siempre pagando. Como un caballero
Los caballeros pagan siempre sus deudas de juego y sus juergas. No como Monedero y Errejón que parecen querer montárselo por la patilla. O como los de los pisos con "señoritas" que se los pagamos los demás.
Cuando los de la corrección verbal utilizan la palabra
“señoritas” para evitar decir putas, fulanas, rameras o prostitutas están dando
a entender que lo que hacen es algo muy malo, horrible y
que se debe esconder. Es evidente que lo que realmente merece poner el grito en el
cielo es cuando quien las contrata lo hace con dinero de origen público o amañado con mordidas. Eso sí que es malo y
horrible. Adicionalmente y en realidad viendo las imágenes de los que
presuntamente acudían a los pisos tendríamos que llamarlas heroínas.
Vamos que lo que venía siendo juergas con fulaneo ahora se dulcifica con una falacia que esconde dos objetivos, uno imponer la mal llamada correción por el gusto de imponer y dos dulcificar la conducta de sus autores dada su vinculación con el PSOE.
Otro efecto pernicioso de todo esto es que se produce una discriminación por razón de sexo en perjuicio del masculino, claro. Lo digo porque si aceptamos que las prostitutas sean señoritas, hemos de concluir que los chaperos serán señoritos. ¿O no?
¡Uf! Qué nos metemos en otro lío. Imaginen comentar
inocentemente que el presidente Moreno Boinilla tiene pinta de señorito
andaluz. Se lía parda.
Si quieres volver a la libertad, venciendo a la
imposición llamada “corrección” COMPARTE
José Antonio García –
Albi
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