“PISOS CON SEÑORITAS” Y EL ELOGIO DE LA PUTA


 “PISOS CON SEÑORITAS” Y EL ELOGIO DE LA PUTA

Siempre o casi siempre la mal llamada “corrección política o periodística”  no es otra cosa que la manera más fácil de hacer o caer en el ridículo. Han corrido ríos de textos digitales, de tinta y de ondas hertzianas sobre unos pisos de alquiler en los que algunos canarios y otros pájaros, todos políticos o empresarios afines, tenían encuentros con ¿señoritas? ¿Qué significa señoritas? He consultado en el diccionario de la RAE y ninguna de las acepciones existentes coincide con la actividad profesional a la que parece que se quieren referir las noticias sobre lo ocurrido en los mencionados pisos.

Además si llamamos señoritas a las que desempeñan la prostitución, ¿Cuál es la palabra para llamar a las que dan clases en las escuelas y colegios? La “seño” de toda la vida. Imaginemos a un alumno despistado en un aula cualquiera de España, incluso de la Complutense, levantar la mano y decir

-          Perdón, señorita Begoña.

O despedirse de la amable persona que nos ha atendido en la ventanilla del banco diciendo

-          Muchas gracias, señorita.

Vamos que esta se levanta y sale de la ventanilla directa para una justificada agresión

Las diputadas y senadoras solteras se libran de la confusión al llamarlas señoría; así no corren ningún peligro.

Paris años 20 y 30 del Siglo XX


Podrán decir que se trata de un eufemismo. Pero eso podría ser si se estuviésemos ante una expresión individual, pero si es generaliza estamos ante una ridiculez y ante un no fortuito intento de imponer una limitación a la libertad de expresión dictada desde algunas posiciones políticas que quieren imponer lo que sea, pero imponer.

Imponiendo e imponiendo llegan al ridículo y la desacreditación con la confusión. ¿Cómo llamaremos al putero de toda la vida. ¿Señoritero?  Tenemos un idioma muy rico incluso para dar nombre a las respetables mujeres que practican el oficio más antiguo del mundo; porque sí, son respetables se les llame como se les llame.

Estoy seguro de que nuestro académico, escritor y Premio Nobel  de literatura, Camilo José Cela hubiera puesto el grito en el cielo al enfrentarse a la cursilería de “señoritas”. Vocablo no contemplado en su Diccionario Secreto.  El autor al que un soneto anónimo de 1557 le sugirió escribir otro libro sobre estas actividades.

De cuantas coimas tuve toledanas,

 de Valencia, Sevilla y otras tierras

Izas, rabizas y colipoterras

Hurgamanderas y putaraçanas

De quantas siestas, noches y mañanas.


En las épocas del soneto Siglo XVI

 

Algunas palabras para referirse a las prostitutas tienen un magnífico origen histórico. Por ejemplo en el Madrid de Felipe III y Felipe IV que se desarrollaba como la capital del Reino más importante del mundo fueron proliferando cantinas y tabernas. En unas se comerciaba con vino y queso. En otras, además, se hacía con la carne femenina. Para distinguir unas de otras estas últimas, las de la carne, comenzaron a colocar en sus puertas ramos de distintos arbustos; de ahí que la culturilla popular extrajera  la conclusión de que donde ponían ramas había rameras; lógico.

Por supuesto que NO me estoy refiriendo a esas pobres chicas sometidas a una suerte de esclavitud por mafias y bandas, muchas de ellas relacionadas con la inmigración ilegal que los “progres” se empeñan en favorecer; ellas son VÍCTIMAS con todas las letras y en mayúsculas. Me refiero a las que libremente se inclinan por esa actividad. Aquellas que, al menos antes, a veces recibían ese tono de cariño que Vizcaíno Casas llamaba “Niñas, al salón”



Se añoran aquellos tiempos de libertad, cuando no estábamos sometidos al yugo del dogmatismo patológico. Cuando un conocido y entrañable actor español en una gala de los Premios Goya arrancó las carcajadas y el aplauso del público al decir que se sentía muy afortunado en su vida, incluido en el amor ya que había estado y disfrutado con cientos de mujeres. Y añadió

- Eso sí, siempre pagando. Como un caballero

Los caballeros pagan siempre sus deudas de juego y sus juergas. No como Monedero y Errejón que parecen querer montárselo por la patilla. O como los de los pisos con "señoritas" que se los pagamos los demás.

Cuando los de la corrección verbal utilizan la palabra “señoritas” para evitar decir putas, fulanas, rameras o prostitutas están dando a  entender  que lo que hacen es algo muy malo, horrible y que se debe esconder. Es evidente que lo que realmente merece poner el grito en el cielo es cuando quien las contrata lo hace con dinero de origen público o amañado con mordidas. Eso sí que es malo y horrible. Adicionalmente y en realidad viendo las imágenes de los que presuntamente acudían a los pisos tendríamos que llamarlas heroínas.

Vamos que lo que venía siendo juergas con fulaneo ahora se dulcifica con una falacia que esconde dos objetivos, uno imponer la mal llamada correción por el gusto de imponer y dos dulcificar la conducta de sus autores dada su vinculación con el PSOE.

Otro efecto pernicioso de todo esto es que se produce una discriminación por razón de sexo en perjuicio del  masculino, claro. Lo digo porque si aceptamos que las prostitutas sean  señoritas, hemos de concluir que los chaperos serán señoritos. ¿O no? 

¡Uf! Qué  nos metemos en otro lío. Imaginen comentar inocentemente que el presidente Moreno Boinilla tiene pinta de señorito andaluz. Se lía parda.

Si quieres volver a la libertad, venciendo a la imposición llamada “corrección” COMPARTE

 

José Antonio García – Albi

 

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