" MEMO Y PIAFANTE”


 “ MEMO Y PIAFANTE”

Como indicaba en el número 1 de este “año de los muertos vivientes” y dado que algunos tienen el mal gusto de celebrar una muerte, la  de una persona que todos tenemos en la cabeza, en este blog no vamos a celebrar muerte alguna, pero sí que vamos a recordar a algunos fallecidos y a sus obras. Se trata, fundamentalmente de personas, que aunque muertas las podemos ver reflejadas en las filas del socialismo español actual y en las de sus socios nacionalistas actuales; son muertos vivientes.

 MUERTOS VIVIENTES – 5

Julio Álvarez del Vayo

El título de este artículo aparece entrecomillado porque no es algo que diga yo, no es un insulto que salga mis manos a través del teclado, no. Es tal y como el presidente de la II República, Manuel Azaña, se refería al muerto viviente de este mes; Julio Álvarez del Vayo (Villaviciosa de Odón 1891), a la sazón ministro de estado (asuntos exteriores) de 1936 al 37 con el gobierno de Largo Caballero y del 38 a abril del 39 con el gobierno de Juan Negrín.

Pero no era solo Azaña, que además de lo antedicho pensaba que la situación de Vayo “fuera de la realidad rozaba la insania”, otros compañeros o personajes coincidentes en el bando republicano le descalificaban constantemente. Indalecio Prieto decía que el “toque ligero de Vayo le hacía ser el de las ciento y una misiones diplomáticas fallidas”  y que era una “marioneta de los comunistas”.  Largo Caballero  no lo consideraba muy listo y pensó que podía manejarle pero le salió mal ya que él dejó la presidencia del gobierno en 1937 y el "piafante" se mantuvo hasta el final tan sólo gracias al apoyo comunista al gobierno de su siguiente jefe Juan Negrín, que hablaba de su  carácter “delirante” que le llevó a pretender hacer una fiesta  de propaganda en Suiza para 120 personas en 1938 cuando media España se moría de tiros y hambre. Segismundo Casado le llamaba “la sombra negra” y su propio cuñado afirmaba que tenía un nulo talento.

Cierro la sesión de perlas dedicadas a nuestro muerto viviente con lo dicho y contado por el fantástico escritor norteamericano John Dos Passos quien estuvo en España durante la guerra civil. En aquellos días, un amigo de Vayo, el soviético Orlov, jefe de los asesores stalinistas, o su ayudante Kotov decidían arbitrariamente las purgas sin que Largo o Vayo dijeran absolutamente nada. El escritor americano le preguntó al “piafante” por el paradero de un amigo gallego, Robles Pazos, traductor, socialista pero contrario a Stalin, que desapareció en el 37 sin dejar rastro para servir de chivo expiatorio. Tras recibir la respuesta, Dos Passos escribió: “era otra vez Vayo haciendo lo que dominaba como nadie: mentir”. Hoy en día también tenemos aquí a otro viviente y vividor que miente como nadie. ¿Adivinan quién es?

Disfrazado ya que nunca fue al frente.

Y es que este traidor al PSOE y a Largo Caballero era un acólito de Stalin y durante muchos años un agente de la URSS a la que quiso vender parte del territorio español durante la guerra. No obtuvo resultado positivo alguno como ministro de estado. En Agosto del 36 se produce la “declaración de no intervención” propiciada por Inglaterra y Francia y se crea, además, el Comité de Londres para hacer seguimiento de la no intervención. La II república se quedaba sin aliados. Algo más tarde la URSS dio algún apoyo, sobre todo en armamento pagado con el oro del Banco de España pero no con tropas. Lo que sí hizo fue enviar comisarios políticos para garantizar la implantación del comunismo, como aquel Alexander Orlov y otros.  

En 1939 tanto Álvarez del Vayo como Juan Negrín, con el riñón y la retirada cubierta, sabiendo que la guerra estaba perdida, prefirieron continuar, cruelmente , con las muertes de inocentes con la excusa de que si comenzaba la guerra en Europa los aliados les apoyarían. Otra canallada del indocumentado ministro y del siniestro jefe de gobierno, ya que  sabían que Inglaterra y Francia estaban deseando reconocer al régimen de Franco y eliminar ese problema del tablero internacional. De hecho ambos países así lo hicieron, lo reconocieron en febrero de 1939, antes de concluir la contienda el 1 de abril.

Durante el exilio consiguió ser financiado por diversas organizaciones y entidades de izquierdas pero fue expulsado del PSOE en 1946 por ser agente soviético. Hay quien dice que vivió unos años en EEUU porque era un agente doble de la KGB y la CIA, pero esto último no se ha podido demostrar y se desprende tan sólo de un informe redactado por un comunista bastante solvente como Fernando Claudin.

Pero vayamos a la última aportación a la humanidad de este sanguinario fantoche. En el 64 había creado una asociación llamada Frente Español de Liberación Nacional que no tuvo ninguna relevancia. Como evolución de la misma y en el piso del dramaturgo americano Arthur Miller en Paris en 1971, fue uno de los más activos fundadores del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota, FRAP, compuesto por enloquecidos jóvenes maoístas, a pesar de que el “piafante” tenía 80 años, que pensaban que la China de Mao les iba a ayudar  a establecer una república popular en España.

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El FRAP, como sabemos, pronto derivó a grupo terrorista y en él militó Francisco Javier Iglesias, padre del actual viviente y vividor Pablo Iglesias Turrión, tal y como recordó Cayetana Álvarez de Toledo en el Congreso de los diputados. El FRAP nos dejó 6 asesinatos, 25 policías heridos y un largo número de robos y atracos antes de ser neutralizado por las fuerzas policiales. La mayor parte de sus militantes se integraron en el Grupo Revolucionario Antifascista Primero de Octubre, GRAPO. Esta organización terrorista presentó una mayor “hoja de servicios” al socialismo patrio. Unos cien asesinados (9 en la cafetería California 47), más de 40 heridos y tres secuestros.

El siniestro abuelete que fundó un grupo terrorista con 80 años, en 1971, fue nombrado presidente del mismo en 1974 y murió en Ginebra el 3 de mayo de 1975, sin ver ni la muerte de Franco, ni la no proclamación de ninguna república popular en España. Eso sí, como muerto viviente también le vemos reflejado en algunos de los personajes de nuestra actual vida política.

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José Antonio García-Albi

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